El poder de las mujeres no proviene de arriba, no lo otorgan las instituciones globales como las Naciones Unidas, sino que debe construirse desde abajo y que solo a través de la autoorganización podrán las mujeres revolucionar sus vidas.
De hecho, las feministas harían bien en tener en cuenta que las iniciativas de las Naciones Unidas en favor de las mujeres han coincidido con los ataques más devastadores contra ellas en todo el planeta, y que la responsabilidad de los mismos recae sobre las agencias miembro de las Naciones Unidas: el Banco Mundial, el FMI, la OIT y, por encima de todo, el Consejo de Seguridad de la ONU.
Frente al feminismo fabricado por la ONU, con sus ONG, sus proyectos «generadores de ingresos» y sus relaciones paternalistas con los movimientos locales, se levantan las organizaciones de base que las mujeres han construido en África, Asia y Latinoamérica, para luchar por servicios básicos (carreteras, escuelas, clínicas), para resistir los ataques gubernamentales contra la venta callejera―uno de los modos primordiales de subsistencia de las mujeres― y para defenderse mutuamente de los abusos de sus maridos.
(Silvia Federici- Revolución en punto cero)
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Emma Watson con su angelical rostro -según los cánones de belleza de la cultura occidental-, humaniza las intenciones de las clases dominantes para extender el capitalismo por el planeta y la mercantilización de las relaciones sociales bajo la excusa de «progreso y libertad».
No es casualidad que Emma critique la escasa escolarización en África. Allí irá la ONU, pero no con escuelitas feministas ni películas de Harry Potter sino que con bombas y ejércitos coordinados por el Consejo de Seguridad para imponer una democracia «libre», mercantil y sangrienta, y por supuesto, liberal, y con ello, extender el desarrollo del capitalismo en la faz de la tierra.
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