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Informe Iron Mountain – Sobre la posibilidad y conveniencia de la paz, 1966 – Extracto Nº 9

Seguramente no constituye ninguna exageración decir que una condición de paz mundial generalizada conduciría a cambios revolucionarios en las estructuras sociales de las naciones del mundo de una magnitud sin paralelo histórico.
El impacto económico del desarme general, para nombrar tan solo la consecuencia más obvia de la paz, modificaría los patrones de producción y distribución en todo el planeta hasta un grado tal que haría que los cambios de los últimos cincuenta años parezcan insignificantes…….
Se trata de una misma fuente que genera un ambiente de irrealidad que pervade a todos estos planes.
Se trata de la presunción incorrecta de que la guerra, como institución, se encuentra subordinada a los sistemas sociales a los que supuestamente sirve.
Los sistemas económicos, las filosofías políticas y los cuerpos jurídicos sirven y amplían al sistema de guerra y no a la inversa.
Se debe enfatizar que el potencial de hacer la guerra dentro de una sociedad precede y se ubica por encima de sus otras características; no surge como resultado de la «amenaza» que se presume existente en un momento determinado y que proviene de otras sociedades.
Esto es el reverso de la situación básica. Las «amenazas» en contra del «interés nacional» usualmente son generadas o aceleradas para satisfacer las necesidades cambiantes del sistema de guerra.
Las guerras no son «ocasionadas» por conflictos de intereses internacionales. Una secuencia lógica correcta indica que más a menudo resulta preciso decir que las sociedades guerreras requieren – y por ende deben generar – tales conflictos.
La capacidad de una nación de hacer la guerra expresa el mayor poder social que pueda ejercer; hacer la guerra, activamente o contemplada, es un asunto de vida o muerte en la mayor escala sujeta al control social.
Por ende, no debe sorprendernos que las instituciones militares en cada sociedad reclamen las máximas prioridades.
En el caso del «desperdicio» militar existe, en verdad, una mayor utilidad social. Se deriva del hecho de que el «desperdicio» de la producción de guerra se ejerce enteramente fuera del marco de la economía de oferta y demanda. Como tal, provee el único segmento de envergadura y critico de la economía total que se encuentra sujeto a un control central completo y arbitrario.
La naturaleza arbitraria de los gastos de guerra y de las demás actividades militares transforma a éstas en instrumentos ideales para controlar las relaciones esenciales entre las clases.
Obviamente, si el sistema de guerra fuera descartado, se requeriría inmediatamente el uso de nuevos mecanismos políticos para cumplir esta sub-función vital.
Hasta tanto se hayan desarrollado, la continuidad del sistema de guerra debe verse asegurada, aunque tan solo sea para preservar la calidad y el grado de pobreza que una sociedad requiere como un incentivo, como así también para mantener la estabilidad de su organización interna del poder.
La necesidad psicológica individual de lealtad hacia una sociedad y sus valores. La lealtad requiere de una causa; una causa requiere de un enemigo.
Hasta aquí lo obvio; el punto critico radica en el hecho de que el enemigo que define la causa debe percibirse como realmente formidable.
En términos generales, el poder que se presume de semejante «enemigo» debe ser lo suficientemente importante como para generar un sentido individual de lealtad hacia una sociedad y debe ser proporcional al tamaño y complejidad de esa sociedad.
Hoy en día, por supuesto, ese poder debe ser de una magnitud y terror sin precedentes.
Un sustituto viable para la guerra como sistema social no puede limitarse a una
mera farsa simbólica.
Debe involucrar un riesgo autentico de destrucción personal y a una escala
consistente con el tamaño y complejidad de los sistemas sociales modernos.
La clave es su credibilidad. Sea ese sustituto de naturaleza ritual o de funcionamiento concreto, a no ser que brinde una amenaza de vida o muerte creíble, no servirá para la función social organizadora que cumple la guerra.
La existencia de una amenaza externa aceptada, entonces, resulta esencial para lograr la cohesión social como así también la aceptación de la autoridad política.
Esta amenaza debe ser creíble, debe ser de una magnitud consistente con la complejidad de la sociedad amenazada y debe aparecer, como mínimo, afectando a la sociedad en su conjunto.
 

  1. jumanper

    Ya tenemos creado al enemigo: ISIS. Ahora seguirán las olas de «atentados», cada vez más cruentos y extendidos por Europa, hasta convertirlo en una amenaza creíble por todos, ya que afectará a Europa en su conjunto, y de una magnitud consistente con la complejidad de nuestra sociedad. Una vez logrado este primer objetivo vendrá la aceptación por parte de la ciudadanía de todo lo que dicte la autoridad política , incluidos los recortes consiguientes de derechos humanos y luego la guerra.

    • ISIS no es un enemigo formidable, aunque el Islam es una amenaza formidable. Pero el Islam no ha sido creada por los poderes hegemónicos. La amenaza que conforma todos los preceptos del Informe son las constantes amenazas climáticas y atmosférica como el calentamiento global, la capa de ozono, el creciente nivel de los océanos. Exigen esas amenaza un derroche de gastos inútiles que afectarán a la capacidad productiva del mundo entero -sin el menor efecto sobre esa presuntas amenazas. El desperdicio de recursos sin fines prácticos es la meta que se persigue.

      • Comentario del autor

        Hola muchas gracias por comentar en primer lugar. Quizás ISIS no sea en principio un enemigo formidable… como tampoco lo era Bin Laden, pero tiene una ventaja, como hemos podido ver, no es ISIS, es el TERRORISMO en general, aunque hoy día, fundamentalmente el proveniente del Islam, pero vemos con que facilidad le cambian de nombre y de pais, incluso de objetivo. ¿Cuanto tiempo tardarán en clamar que hay varios maletines nucleares por… occidente en general?. A este ritmo en el que la gente se cree cualquier cosa que salga en la tele… todo puede ser, lo del desperdicio, indiscutible, según el Informe Iron Mountain, una sociedad como la americana de los años 60, debería desperdiciar no menos dl 10% del PIB, para asegurar el grado de pobreza que una sociedad requiere como «incentivo» y para garantizar la «necesaria» estabilidad entre las clases… Un saludo Eduardo y gracias otra vez

  2. Comentario del autor

    Reblogueó esto en Desmontando a Babylony comentado:

    El informe de los 60 que explica perfectamente la situación del 2017

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